Aquel servicio militar obligatorio.
Reconozco que me sorprende escuchar que aún haya quien defienda la «mili» obligatoria y pretenda reimplantarla. Será porque yo la tuve que hacer ya con 27 años y con carrera de Medicina y doctorado en la mochila. Y porque sólo me sirvió para perder varios meses de mi vida y un contrato en la Universidad. Y porque afortunadamente mis hijos no han tenido que hacerla… y eso que se ahorraron.
Pues bien, hace unos días comentaban en la radio la noticia de que Suecia va a restablecer el servicio militar obligatorio a partir de 2018. El gobierno sueco quiere aumentar su capacidad defensiva ante la amenaza de Rusia en el Báltico. Y realmente esta decisión, al parecer con muchos apoyos, no sorprende demasiado, pues ya es la norma en toda Escandinavia, donde incluso se está impulsando la Alianza Atlántica en respuesta a la inestabilidad geopolítica y la amenaza de su vecina Rusia.
Pero lo que más me llamó la atención fue que, en aquel debate en la radio, los invitados se pusieron a discutir sobre la «mili» y sus posibles inconvenientes y beneficios, y la mayoría coincidió en que servía para desarrollar, en los jóvenes, valores como: disciplina, esfuerzo, lealtad, compañerismo… Y bastó esto para que algún padre o abuelo rememorara con nostalgia «su» mili, trayendo a colación aquello de «¡qué bien les vendría a algunos jóvenes de ahora!».
TECNOLOGÍA DE VALORES
DISCIPLINA = (Control, Orden) Tener pautas que permitan comportarse de acuerdo con las normas establecidas.
PERSEVERANCIA = Mantenerse constantes para conseguir lo comenzado, aun soportando con serenidad experiencias o situaciones difíciles o cambios repentinos y frustrantes.
LEALTAD = (Fidelidad) Respetar las promesas y cumplir con las obligaciones hacia la autoridad y hacia las personas cercanas.
[definiciones cortas originales del modelo Hall-Tonna, según adaptación de Elexpuru y cols. (2002) Universidad de Deusto]
Valores, sí, pero ¿militares?
Yo no pongo en cuestión esa posible influencia de la cultura militar sobre el desarrollo de los mencionados valores, aunque no generalizaría tal beneficio. Ni tampoco me sumaría a esos mostrencos que hoy cuestionan el ejército sin más argumento que un buenista e insustancial concepto de Paz. Pero me pregunto: si muchos -según afirman- echan de menos esos valores (algunos, claramente, valores repudiados); si de lo que se trata es de fomentar su recuperación, ¿por qué pensar en el ejército? ¿No sería mejor, de momento, promoverlos y reforzarlos en nuestras más básicas y bien aceptadas estructuras de socialización? Evidentemente, estoy hablando de Familia y Escuela.
No creo que nadie considere al ejército como un agente de socialización de primer orden. Y, sin duda, Escuela y Familia sí lo son. Luego ¿qué sentido tendría seguir confiando en la institución armada (con funciones sin duda más exclusivas) para el desarrollo de valores que son mucho mejor, y más pronto, transmitidos en los contextos de hogar y colegio…? Sin embargo, percibo en ese discurso un fenómeno de reacción a lo que algunos describen como «valores de derecha e ideas de izquierda».
Hemiplejía moral y cojera de valores
Pero -¡ay!- eso es lo que sucede cuando, sometidos a la ideología, nos empeñamos en simplificar la complejidad del ser humano y social, repartiéndolo todo (la conciencia, la ética, la cultura… ¡y hasta los jueces!) rígidamente entre dos contenedores: O «de izquierdas» o «de derechas». Una estupidez de la que ya nos alertó el gran Ortega y Gasset con su descriptivo «hemiplejía moral». Después, con la (auto)censura de lo-políticamente-correcto, en cada momento y lugar nos puede surgir la incongruencia entre aspirar al desarrollo de ciertos valores «de derechas» y luego ser incapaces de ejercerlos y transmitirlos porque sentimos que chocan con las que son (o deberían ser) nuestras ideas «de izquierda». Y lo mismo podría ser al revés, si se tratara de otro tema.
Disciplina y Esfuerzo son claro ejemplo de una «cojera de valores» que hemos podido comprobar empíricamente en nuestras intervenciones con familias, y ya presentamos en un artículo anterior. Una falta de competencia, casi discapacidad, que se nos presenta con frecuencia y puede limitar notablemente nuestra labor educativa en la Familia y en la Escuela. Y luego quizás alguien venga y pretenda arreglarlo con un servicio militar obligatorio, o algo peor que aún esté por inventar.